Pietro Verri, Observaciones sobre la tortura (Garabatos, Hermosillo, 2022), traducción, estudio introductorio y notas por Víctor García Salas
Otilio Garduño Isabel
UNAM/FES Acatlán
Ahora, ante la tortura tiende, por medio de los espasmos, a obligar al hombre a traicionarse, a renunciar a la defensa propia, a ofender, a perderse a sí mismo. Esto solo basta para hacer ver, sin más reflexiones, que la tortura es un medio intrínsecamente injusto para buscar la verdad, y que no sería lícito usarlo aun cuando por medio de él se encontrara la verdad
Pietro Verri
Esta inigualable obra del filósofo e ilustrado italiano Pietro Verri, indudablemente, es uno de los mayores legados filosóficos de la segunda mitad del XVIII en Italia. La importancia de la presente obra radica en la gran influencia que tuvo, junto con el tratado de Cesare Beccaria, De los delitos y las penas (Dei delitti e delle pene), en las posteriores reformas para la abolición de la tortura. A pesar de que la tortura en Italia fue abolida 10 años después de haberse publicado Observaciones sobre la tortura (Osservazioni sulla tortura), es innegable la repercusión de este tratado para la reforma que se dio a principios de 1787, cuando el emperador José II promulgó el nuevo código penal del imperio. Así mismo, resulta menester destacar que, durante la segunda mitad del Siglo de las Luces, a causa de Pietro Verri, Alessandro Verri y Cesare Becaria, se fundó uno de los grupos ilustrados más destacables de Milán, la “Accademia dei Pugni”, así como la revista Il Caffe, donde se presentaron algunas de las discusiones más sobresalientes en torno a la abolición de la tortura.
La particularidad que se encuentra en la obra de Pietro Verri, y como se mencionará en el “Estudio introductorio”, recaerá en el método utilizado por el pensador milanés para sustentar las argumentaciones en contra de la tortura, ya que recurrirá a actas de procesos reales, en donde esta práctica fue causa de grandes injusticias; dicho de otro modo, se puede apreciar que en el tratado de Verri se presenta una interesante conjunción entre una teoría estructurada con argumentos racionales en contra de la tortura, a la par de la presentación de un acontecimiento bien documentado, y que, sin duda, mostrará algunos de los más terribles desastres morales. El acontecimiento al que se referirá Verri durante el tratado será el proceso de 1630 en contra de los “untores” (gente del pueblo acusada de esparcir la peste), en el período de la peste que asoló a Milán. Ante este suceso, se puede vislumbrar que la gente del pueblo de Milán, al enfrentarse a los métodos inquisitivos de los tribunales de los jueces, acabaron por culparse a sí mismos y a otros. Sin embargo, antes de hablar propiamente de este proceso, es fundamental tener presente que el tratado de Pietro Verri está dividido en dos grandes partes, a saber, la historia de las unciones venenosas, es decir, el proceso de Guglielmo Piazza y Gian Giancomo Mora; y la demostración de la inutilidad e injusticia de la tortura, que será una de las tesis fundamentales de la presente obra.
Es importante no perder de vista la relevancia que tiene hasta nuestros días el tratado de Pietro Verri, ya que desafortunadamente la práctica de la tortura sigue estando vigente en varios lugares del mundo y en nuestro país, en este caso, la obra de Verri nos pone sobre la mesa múltiples reflexiones sobre la tortura que vale la pena situar en nuestro contexto, dicho de manera más precisa: “La obra puede ayudarnos, como hemos tratado de demostrar en el presente estudio, en primer lugar, a juzgar rectamente aquel juicio atroz; en segundo, a comprender el movimiento reformista de la Ilustración italiana, pero también, en tercer lugar, a juzgar una de las prácticas que más lesiona la dignidad humana: la tortura”[1]. Teniendo en consideración estas ideas, resulta bastante interesante hablar sobre la historia de las unciones venenosas y el proceso que se menciona a lo largo del tratado.
La Corte de Madrid envió un documento epistolar firmado por el Rey Enrique al marqués de Spinola, quien en ese momento era gobernador; el documento alertaba al gobernador que se había visto en Madrid a cuatro hombres portando ungüentos para provocar la peste en aquella Ciudad Real; sin embargo, escaparon y se ignoraba hacia donde se habían dirigido para esparcir los venenosos ungüentos, en este caso, se le informaba al gobernador para defender la zona de Milán. Es importante mencionar que, en realidad, la peste provenía de Alemania, cuando entró libremente en Milán por Valtellina; no obstante, los habitantes creían en la existencia de los venenosos ungüentos, a raíz de este hecho, cualquier mancha que apareciera en las paredes era un cuerpo de delito. Toda la ciudad se encontraba en la más luctuosa ignorancia, y se arrojó a los más absurdos y atroces delirios.
Hablando específicamente de los hechos, el 12 de junio de 1630, una viuda de nombre Catterina Troccazzani Rosa, vio por la ventana a Guglielmo Piazza, quien entró en una calle y estaba cerca de una pared, además, fue visto por otra mujer llamada Ottavia Persici Boni; la primera de las mujeres afirmaba que observó a Piazza ensuciar el muro con las manos, la segunda mujer alegaba que Piazza sostenía en la mano un trozo de papel como si quisiera escribir, para, posteriormente, restregarlo sobre el muro. Con estas acusaciones se detuvo a Piazza y fue interrogado por un juez sobre si sabía que los muros habían sido untados, ante su respuesta negativa, y con base en estas mentiras e inverosimilitudes, fue sometido a la tortura. El tormento que se le sometió a Guglielmo Piazza fue atroz, pues como bien lo menciona Pietro Verri: “Si le hubieran sugerido una acusación imaginaria, él se habría acusado; pero ni siquiera tenía la opción de inventar nombres de personas que no conocía”[2]. Frente a ello, se le prometió impunidad si confesaba el delito y revelaba el nombre de los cómplices; Piazza se acusó de haber untado los muros y dijo que el ungüento se lo había dado un barbero de nombre Gian Giancomo Mora.
Debido a las afirmaciones de Piazza, se interrogó al barbero Gian Giancomo Mora y se realizó una búsqueda en su casa, en ella se encontró una caldera con smoglio, es decir, jabón para la colada. Mora mencionó que no sabía nada de la caldera y que esa tarea era de las mujeres, por ello, se interrogó a algunas lavanderas y a la mujer de Mora, Chiara Brivia; una de las lavanderas, llamada Marguerita Arpizanelli, le mencionó al juez que el smoglio podrido podía causar excelentes venenos, con esa opinión se creyó aún más esta absurda historia. En el interrogatorio, Giancomo Mora negaba que Piazza había estado en su casa, sin embargo, por presión de los tormentos, finalmente, afirmó que le dio al inspector Piazza un frasco lleno con excremento para que manchara las paredes, aunque eso no era verdad. Después de que cesara la tortura, Mora dijo que nada de lo que afirmó era cierto y que lo expresó por la tortura; sin embargo, nuevamente se le sometió a tormento, donde ratifico la declaración anterior y, desafortunadamente, se vio obligado a continuar con la fábula.
Agregado al invento del jabón y el excremento, se mencionó la baba de los muertos, en este caso, se acusó a Piazza de haber suministrado la baba al barbero, Gian Giancomo Mora, y si no se comprobaba que Piazza la había proporcionado, se vería inventada la historia de Mora; respecto a esta situación, el juez le dijo a Piazza que podría perder su inmunidad por haber omitido este detalle en su declaración principal; en consecuencia, el inspector Piazza aceptó haber extraído la baba y de habérsela dado al barbero, con la promesa de que se le daría una gran cantidad de dinero por parte de una persona poderosa.
Lo expuesto hasta el momento puede mostrar que, debido a la tortura, los acusados se vieron obligados a componer una fábula y señalar a otras personas que, posteriormente, serían torturadas. De este modo, se observa que se tejió una historia inverosímil en la que el hijo del Castellano de Milán, Don Giovanni Padilla, se presentaba como el autor de esta atrocidad, con el fin de vengarse de un insulto sufrido en Porta Ticinese. Queda mencionar, pues, el horrible desenlace de los involucrados: “Conducidos en un carro, atenazados en varias partes, se les cortó la mano; luego se les rompieron los huesos de los brazos y las piernas y así fueron trenzados vivos sobre la rueda y se les dejó que agonizaran durante unas seis horas, al final de las cuales fueron degollados por el verdugo para luego ser quemados; y sus cenizas fueron lanzadas al río”[3]. A los lectores, ¿qué nos queda reflexionar sobre el acontecimiento narrado por Pietro Verri y el aberrante desenlace de los involucrados? Pueden venir a nuestra mente muchas opiniones y reflexiones al respecto, sin embargo, podemos llegar a concordar en que fue atroz el final de los acusados y que, verdaderamente, debe importarnos más hoy en día la discusión por la abolición de la tortura, ya que, como se ha dicho antes, sigue estando presente en nuestra realidad contemporánea.
Por otra parte, la segunda parte del tratado, Pietro Verri nos expone varios argumentos importantes en contra de la tortura, sin embargo, es fundamental tener presente que los defensores de la tortura abogan a que debe seguir en pie para mantener la seguridad pública, pues, según esa idea: “Ante los argumentos en pro de la tortura, de quienes sostienen la práctica como benéfica y oportuna para la salvación del Estado, debido a que, contraponiendo el mal que se le inflige a uno al bien que resulta del descubrimiento de la verdad de los delitos, se encuentra por mucho justificado el mal de uno por la tranquilidad de la gran mayoría”[4]. Frente a ello, Verri criticará el argumento anterior, de igual modo, tratará de mostrar que la tortura no es un medio para descubrir la verdad.
Pietro Verri proporciona varios argumentos fundamentales en contra de la tortura, a lo largo del tratado, en este caso, se pueden destacar tres: 1) la tortura no es un medio para descubrir la verdad; 2) las leyes y la práctica criminal no estiman la tortura como un medio para obtener la verdad; 3) la tortura es un medio intrínsecamente injusto. Es idóneo tener en consideración estos argumentos, ya que nos ayudaran a comprender la obra del pensador milanés. Hablando propiamente del primer argumento, Verri destacará que la tortura es un medio para confundir la verdad, ya que se puede dar el caso de que hayan reos robustos que nunca lleguen a hablar cuando sufren de la tortura, mientras que, en otras ocasiones, algunos reos se confesaran inmediatamente culpables de un delito sin serlo. Ante ello, se declaran culpables para acabar con el dolor de la tortura, como lo vimos en el caso de los “untores”.
El segundo argumento es bastante interesante, ya que Verri revisará el Códice Teodosiano y el Códice Justiniano, para demostrar que ninguno de ellos prescribe nada acerca de la tortura; así mismo, expresará que los doctores no consideran como cierto lo que un torturado dice por medio de la tortura, pues tienen el objetivo de que no haya sospecha de que la tortura indujo al torturado a acusarse injustamente. Aunado a ello, resulta aberrante ver que la tortura se renueva varias veces hasta que las acusaciones coincidan, como sucedió en el caso de los “untores”. El tercer argumento menciona que, aunque la tortura fuese una forma para descubrir la verdad, sería un medio intrínsecamente injusto, debido a que, si el delito es incierto, la tortura resulta aún más injusta, pues se somete a un tormento seguro a alguien que tal vez es inocente.
Finalmente, y teniendo en consideración algunos de los puntos más interesantes de la obra de Pietro Verri, quisiera exhortar al presente lector a que se aventure a revisar la obra Observaciones sobre la tortura, en esta edición (traducción de Víctor García), pues no únicamente se ofrece un panorama bastante amplio sobre el contexto histórico del tratado, sino que, además, las notas y el estilo de escritura del pensador milanés, hacen que los argumentos se muestren de manera bastante fluida; eso sin mencionar la hábil manera que posee Pietro para enlazar los argumentos teóricos más elaborados, de la mano con un suceso verdadero y aberrante, como lo fue el de las unciones venenosas. Es menester tener presente esta monumental obra, ya que puede hacernos reflexionar sobre la actualidad de la tortura, y la violencia que tanto ha azotado a nuestro país, aunque, de igual modo, la obra del pensador milanés trata de problematizar la estructura más íntima de la tortura, ante ello, quisiera terminar esta reseña con la siguiente cita del estudio introductorio del tratado: “Por lo demás, la actualidad, e importancia, del tratado de Verri no radica solamente en la actualidad de su objeto material de estudio, entiéndase la tortura, sino, sobre todo, en su objeto formal, que va más allá de las meras argumentaciones jurídicas, para atacar las estructuras más íntimas de dicho objeto de estudio”[5]. La obra de Verri no puede pasar desapercibida si queremos comprender la discusión que se ha llevado a cabo en Italia sobre la abolición de la tortura, dicho lo anterior, quisiera decir que el lector esta exhortado a formarse una opinión sobre la presente obra y a reflexionar el lamentable impacto que ha tenido la tortura hasta nuestros días.
[1] Ibid., 79. [2] Ibid., 98. [3]Ibid., 134. [4] Ibid., 67. [5] Ibid., 78.
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