Paola María del Consuelo Cruz Sánchez
Presentación
Abordar el papel de las mujeres en la construcción del conocimiento filosófico conlleva algunas dificultades; no sólo por la amplitud del compromiso, sino por los obstáculos que resultan de enfrentarse a una visión androcéntrica de su historicidad. En este breve escrito reflexionaré sobre dos de las complicaciones con las que enfrenté en el intento de esbozar mi propósito. En otras palabras, las limitantes implícitas en él son el motivo de este texto.
Partí del siguiente cuestionamiento: ¿Dónde están las mujeres en la filosofía? Tal inquisición puede resultar paradójica, sin sentido, u ociosa, sobre todo si consideramos qué hay un copioso grupo de ellas contribuyendo con su difusión, enseñanza e investigación. Me permitiré insistir en tal interrogante, a fin de elucidar algunas de las problemáticas que resultan de querer descifrar, averiguar o comprender, cuáles son los aportes de las mujeres en la edificación del pensamiento filosófico.
Dificultades y condiciones de posibilidad
Primera dificultad: las fuentes
Para las y los que estudiamos filosofía es menester conocer su historia. La cultura filosófica, por llamarla de alguna manera, es parte de nuestro quehacer, aun cuando nos aboquemos a un sólo periodo, problema, autora o autor. La tradición filosófica es un conjunto de preguntas que dialogan entre sí, y, en consecuencia, poseer un bagaje amplio nos ayuda a dilucidar los vínculos entre las diferentes temáticas que indagamos.
Así, cuando nos acercamos a los textos dedicados a su historicidad, con la finalidad de mapear el trabajo de las filósofas, nos topamos con una visión androcéntrica, la narrativa de su devenir refiere mayormente a las obras y las ideas de los filósofos, nuestro quehacer se relata como el monólogo de un sólo género; evidenciando porqué hombre es sinónimo de humanidad. La documentación de las participaciones de las mujeres ha sido descuidada, por mencionar lo menos. Son recientes las labores de rescate, mayormente auspiciados por los esfuerzos de las pensadoras contemporáneas. Cabe aclarar que este fenómeno no sólo ocurre en la filosofía, también en la música, la ciencia, etc.
La intelectualidad de las mujeres ha sido discriminada y sus colaboraciones minusvaloradas por la tradición filosófica. Su transmisión, en algunas ocasiones, no se escapa de esencializar las diferencias entre los sexos y confundirla con la historicidad social de la posición de la mujer. En otros términos, su narrativa parte de la asociación de la femineidad y la materialidad del cuerpo (Butler, 2010, p. 58), de la homologación entre los cuerpos sexuados y las construcciones género. En este sentido, algunas historias de la filosofía ignoran sino es que silencian las ideas de las mujeres. Así, su edificación, su exposición parecería sostener, tal vez sin darse cuenta, la existencia de una forma masculina y otra femenina del ser; donde a la primera le es propio el hacer filosofía.
En palabras de Luce Irigaray, el logos filosófico se manifiesta como el despliegue de lo Uno y de lo Mismo (1985, p. 74), es autorreferencial, siendo que algunas de las inclusiones de la escritura femenina reducidas a la economía de lo Mismo, anulando la diversidad, las posibles desviaciones. Dicho de otra manera, el discurso sobre la historicidad de la filosofía se representa como un continuo coherente donde todos los elementos que intervienen en su escenario narrativo aseguran su coherencia (p. 74). Entre filósofo y filósofo parece existir una contigüidad material-intelectual, de espacios cerrados, de dialogicidad compacta, en términos coloquiales, un codo a codo, donde no hay cabida para la aparición de las intervenciones femeninas. Es importante señalar, que la sistematicidad de la filosofía permanecerá así descrita, si y sólo si, no hacemos un escrutinio, un análisis más cuidadoso; aunado a una reflexión sobre si las categorías con las mujeres piensan el mundo operan también como un colonialismo interior (Millet,1995, p. 70). Este desmenuzamiento de su historicidad ratifica la hipótesis acerca de cómo la vida especulativa de las mujeres ha sido suprimida, en otros casos, sustituida, en general, desplazada.
¿Dónde están las filósofas? Es entonces un cuestionamiento vigente. Éste se respondería con cierta facilidad si existiesen vastas fuentes, lo cual es una de las condiciones de posibilidad para principiar la faena de nombrar sus haceres. La existencia de fuentes conlleva una carga valorativa, supone un reconocimiento, el crédito, la apreciación de las ideas de las filósofas, para así conservar y sistematizar su pensamiento, e intentar combatir la negligencia anterior, del trato apático y desdeñoso de sus palabras. Plantear hipótesis sobre sus colaboraciones confronta al o la estudiosa, con la carencia textos originales, o la duda sobre si son fidedignos, en otros casos, con la falta de difusión, y, por ende, con obras de difícil acceso (sobre todo en autoras anteriores al siglo XVIII).
Segunda dificultad: El estatus de las filósofas
Sin embargo, la sistemática ignorancia de las intervenciones de las mujeres filósofas es explícita para nosotros ahora. Cuando nos aproximamos a las historias de la filosofía se nos hace evidente su ausencia. Podríamos decir que el progresivo posicionamiento de las intelectuales, aunado a los planteamientos del feminismo y de aquellos que son identificados con este hacer teórico y práctico, han logrado que tal destierro sea fehaciente, que las prácticas de exclusión se denuncien, y, que algunas otras empiecen a desvanecerse. Esta larga transformación ha dado pie a la aparición de nuevas formas de narrar su tradición, ampliando la lista de nombres, no sólo enumerando a aquellas que designaríamos: el garbanzo de a libra.
Para explicar lo anterior, citaré diferentes compendios, los cuales compararé para esbozar por qué el estatus de las filósofas es problemático. El criterio de la elección está ligado a la cercanía, todos refieren a la filosofía hecha en España y América Latina.
El primero: La filosofía iberoamericana de Francisco Larroyo (1969), al interior de su texto se hace mención a cinco pensadoras: Sor Juana Inés de la Cruz, María Ángela Fernández, Rosa Krauze, Monelisa Lina Pérez, y Rosaura García, de éstas cinco, sólo a Juana de Asbaje le dedica un comentario amplio referente a su Carta Atenagórica.
Tomo un segundo, más específico: la Suma filosófica mexicana (1980), de Antonio Ibargüengoitia, sor Juana es referida de nuevo, así también Juliana González. Es importante acentuar la considerable distancia temporal entre una y otra; que podría llevar al lector o lectora a suponer que el hacer filosófico de las mujeres es intermitente, que se presenta como pequeños chispazos, acontecimientos esporádicos, eventuales, no permanentes.
Entonces, me aproximo a un tercero, convencida porque uno de sus editores es mujer: El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (2011), editado por Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohorquez. El compendio desde su presentación expresa la dificultad de abordar un pensamiento filosófico latinoamericano dada la carencia de fuentes (p. 5). Imaginemos la labor que implicaría, la cual está pendiente, de documentar el trabajo de las filósofas latinoamericanas al menos en la temporalidad que señala el texto aludido (1300-2000). Un dato revelador de la obra del 2011 es que contó con la participación de 62 colaboradores de los cuales sólo 19 fueron mujeres. Por un lado, permite reconocerlas y facilita la búsqueda de sus obras, y por otro, hace manifiesta la proporción en la que nos encontramos.
Las obras referidas coinciden en citar a sor Juana Inés de la Cruz, mientras que el resto de las filósofas mentadas varía, la pensadora iberoamericana es un garbanzo de a libra, su brillantez es innegable, no es debatible. Lo controversial es la insistencia de usar una metodología que sólo distingue lo extraordinario; como si el filosofar fuera una excepción que se da en algunas mujeres, pero que confirma la regla del dominio masculino sobre dicho quehacer. La inclusión de las filósofas sigue siendo una cuota de mínimos; donde esos mínimos no se diversifican.
Esta situación da pie a investigaciones especializadas en resaltar-rescatar a las mujeres filósofas, como las de Gilles Ménage: Historia de las mujeres filósofas (2009), o el compendio de Ingeborg Gleichauf: Mujeres filósofas en la historia (2010), quien, por cierto, incluye el pensamiento de Juana de Asbaje en su relato (p. 65), o Filósofos y Mujeres (2000) de Wanda Tomassi. Por otro lado, tenemos los sumarios feministas, como Cartografías del feminismo mexicano (2018), coordinado por Nínive García, Margarita Millán y Cynthia Pech, la obra de Francesca Gargallo (2014), etcétera. O Tiempo de Feminismos/ Feminismos y filosofía de la española Celia Amorós (2000), La ilustración olvidada de Alicia Puleo (1993). Éstas nos ayudan a reconocer la participación de las mujeres en el continuo y sistemático crear filosófico del que hablábamos, sin dejar de notar, que la manufactura filosófica de las mujeres se introduce como el gran Otro al que se refería Simone de Beauvoir en el Segundo Sexo (2015, p. 23).
Abro un paréntesis respecto de lo anterior: ¿Qué significa realizar la labor de pensar bajo la designación de ser un no-hombre, el otro lado del sujeto, un hombre en potencia? Meditar sobre si esto ocurre ahora, en un momento donde la facultad de pensar ya no nos puede ser negada, debiera ser una labor constante. Indagar cuál es nuestra experiencia al interior de lo que calificamos como una profesión masculinizada. Cierro paréntesis.
Filosofar en situación de mujer puede decantar en una relación de amor y odio, dicho en términos didácticos. Las mujeres forman parte de los estudiosos de la filosofía, sin embargo, en ocasiones, cierta condición de marginalidad se hace evidente, o, una vivencia de no absoluta pertenencia. Para clarificar lo anterior, recordemos las palabras de Hannah Arendt en la entrevista que le realizaron en 1964, para el programa Zur Person, el periodista Günter Gaus, quien contextualiza la reunión diciéndole que es la primera mujer entrevistada de la serie, y que ello, ocurre por el gran respeto y admiración que ha ganado. Prosigue, solicitando exprese cómo se percibe que: “Una mujer en una profesión que se reclama a sí misma como masculina. Usted es una filósofa”. Después la interpela para preguntar: “¿usted ve su papel entre los filósofos, como inusual o peculiar porque usted es una mujer?”.
Hay una insistencia en señalar que se es mujer, lo cual no ocurre con los varones, sería extraño preguntarlo: ¿cómo ve su papel entre los filósofos dado que usted es hombre, lo siente inusual o peculiar?[2] Enfatizar o cuestionar el ser mujer, en realidad, es hacer hincapié en que se es el otro lado del hombre, o por siempre, un hombre en potencia (Irigaray, 1985, p. 121). A esto me refiero cuando afirmo que algunas perspectivas, que decantan en prácticas, de la participación de las mujeres en la filosofía es la de la excepción, por ello, vale indagar dónde están las filósofas, cuál es su estatus, qué tan posicionadas se encuentran, cuál es el terreno que pisan, qué oportunidades reales poseen.
En dicha entrevista Arendt contestó: “Me temo que tengo que protestar”, seguido de un “no pertenezco al círculo de filósofos. Mi profesión, si es que alguien puede hablar de la suya del todo, es la de hacer teoría política”.[3] Subrayo que siendo Arendt una filósofa ampliamente distinguida, estaba segura de no ser partícipe del círculo de los filósofos, aunque sí clara de que la vida del espíritu, entendida como la incesante búsqueda y el deseo genuino de entender, no pertenece únicamente a los varones (2014).
En ese sentido, es comprensible no identificarse del todo con una tradición que nos define como deficientes o como el negativo del Sujeto. La alienación, incluso voluntaria, dada la conciencia de omisión, excepción, reserva, ha sido subrayada por más de una pensadora, en más de una época. En algunos casos o aspectos deviene en un reclamo, pero en otros, es una sana distancia. En suma, las tesis de las filósofas robustecen la reflexión desde la dificultad y la grandeza de ser minoría.
Cristina de Pizán, filósofa del s. XV, en su obra La Ciudad de las damas (1405), lo dice con mayor finura. Alertaba sobre la contrariedad de que las concepciones de mujer sean un entretejido de enunciaciones hechas por intelectuales masculinos; pues cuando las mujeres son formadas a partir de estas lecturas y descripciones de sí, pueden llegar a: “la conclusión de que al crear Dios a la mujer había creado un ser abyecto”. Sostiene después, con una muy simpática ironía, que le sorprende que:
tan grande Obrero haya podido consentir en hacer una obra abominable, [enfatiza], ya que si creemos a esos autores, la mujer sería una vasija que contiene el poso de todos los vicios y los males … ¡ay, Dios mío, por qué no me has hecho nacer varón para servirte mejor con todas mis inclinaciones, para que no me equivoque en nada y tenga esta gran perfección que dicen tener los hombres! (p. 27).
Pizán es el inicio de una escritura dedicada a desmantelar la construcción de femineidad, promueve la visualización del papel de las mujeres; no sólo de las que como ella pudieron escribir, sino de las que consideró sabias, como la noble Jantipa, mujer de Sócrates, desdeñada en la tradición por dramática, o Paulina, mujer de Séneca (p. 132-133).
Lo dicho patentiza la segunda dificultad para hablar de la empresa filosófica de las mujeres, pues se debe combatir la creencia de que sólo algunas pueden lograr tal acometida, y bajo condiciones de enormes privilegios. Los datos biográficos de las filósofas pueden desmentir lo anterior, por ejemplo, Marguerite Poréte (1255-1310) quién por publicar y difundir El espejo de las almas simples, sufrió persecución y un juicio por herejía, valientemente sostuvo sus críticas, fue condenada y muerta en manos de la inquisición. Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz, (1891-1942)), primera mujer alemana en doctorarse en filosofía, nunca pudo enseñar a nivel superior, sin embargo, prosiguió su trabajo como intelectual y educadora hasta sus últimas consecuencias, llegando a exigir al Papa Pío XI se posicionara frente al genocidio del pueblo judío: «que la Iglesia de Cristo haga oír su voz» (12 de abril de1933),[4] escribía la hija del pueblo judío y la iglesia cristiana; es decir, para saber que aún en condiciones adversas las mujeres pueden hacer filosofía es necesario reescribir su historicidad.
Lo anterior nos lleva a una previa conclusión, “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de los hombres” (2015, p. 125), como dice Simone de Beauvoir. Aunque las consecuencias fácticas de los planteamientos masculinos los padezcan las mujeres. Entonces es tiempo de construirnos otra episteme, otra forma de discurrir: hacer y contar la filosofía.
Propuesta: otra episteme
La filosofía en su carácter totalizador se ha permitido olvidar algunos grupos, entre los olvidados se cuentan algunas mujeres (Amorós, 2000, p. 10). De modo que el primer aporte de éstas es exponer que filosofar no es privativo de los varones. Su compromiso constituye una constante llamada de atención sobre la naturaleza de esta actividad, evidenciándola como un espacio de desvelación de la verdad que opera con categorías de género sin ser muy consciente de ello. En este sentido, la reflexión sobre su modus operandi permitirá que ésta “se vuelva más consciente de sus subtextos simbólicos” (Amorós, 2000b, p. 52).
Segundo aporte. La conciencia de que suprimir la presencia de los discursos femeninos, así como reconocerlos, tiene consecuencias sociales. Cuando se indaga en el trabajo de las filósofas, se valora su participar, sobre todo de aquellas que empiezan o no están tan consolidadas se ejerce un cambio social, y respecto al hacer intelectual se amplían las voces, se complejiza el discurso, y, por ende, la tarea especulativa se ensancha.
Tercer aporte. Filosofar en situación de mujer decanta, a veces sin querer, en una lucha por la polifonía, por versiones variopintas del concebir filosófico; colabora con la liberación de la cultura androcéntrica, patriarcal, en términos feministas. Posicionar sus contribuciones no es un acto de revancha, no se bosqueja una sustitución de autores por autoras. Ello infantiliza la disertación, y, en este caso, nos colocaría frente a la decisión entre lo blanco o lo negro, las mujeres o los hombres, los filósofos o las filósofas, etc. Simplificaría el asunto en cuestión, de lo que se trata es de continuar interrogando. No es una solicitud de adeptos; ni se pretende subestimar la capacidad crítica. Hablar de las filósofas, referirlas, investigarlas, citarlas, es parte de la tarea de lograr cabida yendo en contra de las dicotomías, los estereotipos que perpetúan la exclusión. Interpelar a las historias de la filosofía, a partir de una nueva inquisición: ¿Acaso no son filósofas/acaso no somos filósofas? como punto de partida para abolir los sesgos en el tratado y el estudio de las ideas de autoría femenina. A fin de aminorar la desigualdad fáctica e impedir la consolidación de las asimetrías de género en el desarrollo de la intelectualidad.
Esta labor sólo es posible en conjunto. Si quisiéramos designar un cuarto aporte de las filósofas, sería el de plantear la invitación a una contribución colectiva, la cual no sólo dice mujeres, pero sí mínimamente. Se puede hacer filosofía apelando al surgimiento de una solidaridad genuina, no sólo a partir de una competencia rapaz o el acaparamiento de todos los espacios.
Finalmente, si nos mantenemos interrogando el trabajo de las mujeres, éste ya no se vería como una excepción, será mucho más lúcido el engaño que esa perspectiva conlleva, esto nos obligará a datar las participaciones de las filósofas, y a oponernos a la representación de su historicidad como un producto sólo de filósofos, reconociendo, en consecuencia, el propio potencial, la capacidad de formar parte de una comunidad filosofante. Dejemos de narrar a esta comunidad como comunidad heroica, diría Angela Davis (2017).
Se “exigen replanteamientos conceptuales radicales de los esquemas teóricos, sobre todo de aquellos que han sido trazado como si las mujeres no existieran, o cuando se toma en cuenta que existen, se les adjudica por parte de los sesudos pensadores un lugar no negociado” (Amorós, 2000b, p. 12).
Fuentes de consulta
Amorós, Celia (2000). Tiempo de feminismos, Madrid: Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer.
Amorós, Celia (2000b). Feminismo y filosofía, Madrid: Editorial Síntesis.
Arendt, Hannah (2010). La vida del espíritu, Barcelona: Paidós.
Butler, Judith (2010). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos, Buenos Aires: Paidós.
Davis, Angela (2017). La libertad es una batalla constante, Madrid: Capitán Swing Libros.
De Pizán, Cristina (2018). La ciudad de las damas, Madrid: Siruela.
De Beauvoir, Simone (2015). El segundo sexo, Ciudad de México: De Bolsillo.
Dussel, Mendieta y Bohórquez (editores) (2011). El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” [1300-2000], Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
Ibargüengoitia, Antonio (1980). Suma filosófica mexicana, Ciudad de México: Porrúa.
Irigaray, Luce (1985). This sex which is not one, New York: Ithaca.
Larroyo, Francisco (1969). La filosofía Iberoamericana, Ciudad de México: Porrúa.
Millett, Kate (1995). Política sexual, Madrid: Cátedra.
Otros
Entrevista a Hannah Arendt en la serie televisiva "Zur Person" (1964), por Günter Gaus. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=dsoImQfVsO4 Consultada el 05/02/2021.
[1] Conferencia leída en el primer taller de SWIP ANALYTIC México en la FES Acatlán, titulado “Escribiendo filosofía en la FES Acatlán: Estrategias para la argumentación filosófica”, el jueves 11 de febrero de 2021. [2] Luce Irigaray en Este sexo que no es uno (1985), refiere a la pregunta ¿es usted mujer? (p. 121). Como una cuestión que no se puede responder, pero que sí permite mostrar cómo es una interrogante que los hombres no tienen que contestar, su estatus de varones no está puesto en duda. [3]Entrevista a Hannah Arendt en la serie televisiva "Zur Person" (1964), por Günter Gaus. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=dsoImQfVsO4 [4] Carta disponible en: http://edithstein.uc.cl/Noticias/carta-de-edith-stein-al-papa-pio-xi.html Consultada el 01/01/2021.
Komentāri