El valor de la filosofía*
- Revista Acontecimientos
- hace 6 días
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Gabriel Vargas Lozano

La filosofía implica libertad de pensamiento y de palabra, proporciona instrumentos para el empleo de una buena argumentación, fomenta la igualdad y el respeto al pluralismo, plantea la duda metódica sobre los grandes problemas, ejerce la crítica a los poderes establecidos, forma espíritus libres y reflexivos como antídoto al fanatismo y contribuye a la formación del ciudadano ejercitando su capacidad de juicio.
Por tanto, la filosofía debería ser parte esencial de la educación del ciudadano como ha propuesto la UNESCO.
En un estudio publicado en la página web de la Universidad de Harvard “Preliminary Report. Faculty of Arts and Sciences. Task Force on General Education”, se propone un conjunto de materias que tiene que cursar todo estudiante de nivel superior como parte de su formación. Desde luego que los estadounidenses están interesados en la formación de una mentalidad de gran potencia en sus ciudadanos y así, en sus consideraciones preliminares, dicen que el mundo está interconectado como nunca y que Estados Unidos ejerce una influencia sin precedentes. Es por ello que definen la necesidad de que sus estudiantes tomen cursos sobre 1) tradiciones y cambios culturales, 2) la vida ética, 3) Estados Unidos y el mundo, 4) razón y fe y 5) ciencia y tecnología.
Y mientras tanto en nuestro país la filosofía se encuentra marginada de los medios de comunicación, las secciones culturales de los periódicos, los debates públicos y de las mismas Universidades.
Debido a que hoy día nos encontramos en medio de una compleja transformación global se requiere que la filosofía, en diálogo con las ciencias naturales y las ciencias sociales, tome a su cargo el análisis de estos cambios.
Se requiere un giro práctico (que no pragmático) de la filosofía para que esta disciplina tome a su cargo los grandes problemas que interesan a los ciudadanos. Para ello el filósofo debe deponer la tradicional actitud de Torre de Marfil y buscar establecer canales de comunicación con todos los sectores académicos, culturales y sociales.
El desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas a todos los órdenes del conocimiento y de las actividades humanas ha producido cambios drásticos en la conformación de la sociedad, en la percepción de las naciones de espacio y tiempo, en las formas de actuar y en el aumento de la velocidad en la circulación de las ideas, al menos entre las élites debido a que una gran parte de la humanidad aún no tiene acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías.
En nuestro país se requiere darle presencia e impulso a la filosofía para impulsar el desarrollo nacional.
Como hemos dicho, la filosofía ayuda a configurar el presente y el futuro. La filosofía nos ayuda a tomar conciencia del mundo en que nos encontramos interrogándonos acerca de él; nos permite conocer nuestra realidad desde una perspectiva universal y compleja, y propone vías para resolver los graves problemas que nos aquejan.
La filosofía es indispensable para encontrar caminos a los grandes problemas de la existencia, para escapar del mundo de la pseudoconcreción, distanciarnos de la irracionalidad, ejercer la capacidad de diálogo y construir un mundo más justo y digno de vivirse.
La Filosofía ¿Tiene alguna función en la sociedad?
Una de los estereotipos más antiguos que se han difundido para caracterizar a los filósofos es el de que viven en el mundo de la abstracción y, por tanto, muy lejos de la realidad efectiva. Lo curioso es que algunos de ellos han propiciado esta idea. El ejemplo clásico es el que se refiere Platón en su diálogo Teeteto, o de la ciencia, cuando Sócrates narra que “cuando Tales”, para poder estudiar los astros, se dedicaba a mirar hacia arriba y se cayó en un pozo y su sirvienta Tracia, lista y chistosa, se burlaba de él porque se afanaba en conocer las cosas del cielo, pero le pasaba desapercibido lo que tenía delante de él y a sus pies. La misma burla puede hacerse de cuantos pasan su vida filosofando. Habría que subrayar el dejo de ironía que tiene la afirmación socrática, como muchas otras de las suyas. Sin embargo, Leon Robin, en su clásico libro El pensamiento griego y los orígenes del espíritu científico, nos dice que esa anécdota no coincide con otros testimonios ya que Tales de Mileto, como político, defendió a las colonias jonias de los persas; como ingeniero, concibió el proyecto de desviar un río; como comerciante, previó el alza de los precios de las aceitunas y como observador de las estrellas proporcionó importantes indicaciones a los navegantes. Así que la crítica de la joven Tracia no corresponde en este caso con la realidad. Tales seguramente vivía en las nubes de la especulación pero, como vemos, estaba muy atento a la realidad, o también podríamos decir, si se me permite la metáfora, con un ojo al gato y otro al garabato.
Pero además podemos citar la tesis de Aristóteles según la cual la filosofía era una ciencia inútil, pura y libre. En efecto, después de definir la filosofía como ciencia de las primeras causas y primeros principios de todas las cosas, escribe en su Metafísica: “fue la admiración lo que inicialmente empujó a los hombres a filosofar (...) Los filósofos perseguían con ello el saber mismo, movidos por el afán de conocer y no por fin alguno utilitario” y agrega que sólo esta ciencia se tiene a sí misma como razón de ser.
Sin embargo, no debemos tomar como única esta definición aristotélica de la filosofía ya que el estagirita distinguió entre filosofía primera y filosofía segunda. La filosofía primera estaba vinculada a su metafísica, en la que Dios, como ser inmóvil y desinteresado que atrae las cosas hacia sí por el puro pensamiento preside la definición de la filosofía como ciencia divina. Pero Aristóteles también habla de una filosofía segunda, vinculada a la ética y la política, que tenía como objetivo lograr la eudaimonia. El fin del hombre es la felicidad en la ciudad-Estado y la filosofía serviría nada más y nada menos que para realizar esta finalidad. El fin de los filósofos clásicos era también la paideia, es decir, la educación del ciudadano para que viviera mejor en su sociedad y, así mismo para que la sociedad fuera mejor.
Pero Aristóteles también habla de la filosofía como teoría o contemplación. Esta tesis puede ser estudiada a la luz de dos cuestiones: en primer lugar, tenían razón los filósofos griegos cuando decían que había que maravillarse ante la existencia. ¿Quién podría sustraerse a este hecho? La vida de los seres humanos es un hecho sorprendente que la filosofía ha tratado de explicar. Sin embargo, el significado de la teoría como contemplación implicó también, en el mundo griego, una devaluación del trabajo material y de la práctica. Así Aristóteles privilegiaba al ingeniero que diseñaba un puente y consideraba secundario al trabajo esclavo. Esta concepción tenía su origen en el predominio del esclavismo.
Hegel analiza la relación entre la estructura de la sociedad y el modo en que se entiende la teoría en la Fenomenología del espíritu, en el célebre pasaje sobre la dialéctica entre el amo y el esclavo con la transformación material. Esta contradicción, que tendrá que resolverse mediante una nueva configuración del espíritu, abre paso a la historia.
Esta valoración del trabajo tendrá una nueva formulación en Marx mediante sus célebres “Tesis sobre Feuerbach”. Para Marx, la filosofía debe dejar de ser “contemplación” o, como él dice, “interpretación” para convertirse en parte esencial de la transformación de la realidad. Por tanto, la praxis se convierte en una exigencia central para la filosofía.
¿Qué queremos decir con todo esto? Por un lado, que los filósofos no son, por lo general, esos individuos que están lejos de la realidad sino por el contrario, aquellos que la piensan en forma más profunda. Pero además, intento demostrar que la filosofía ha desempeñado muy importantes funciones que han permitido avanzar a la sociedad. Por tanto, lejos de un “saber inútil”, ha sido un saber que ha permitido a la sociedad desarrollarse y orientarse.
*Texto publicado en el libro Filosofía ¿Para qué? Desafíos de la filosofía para el siglo XXI, editado por la UAM Iztapalapa y Editorial Ítaca.
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