Luis Veloz
La propia clase dominante se hace, por término medio, la idea de que estos conceptos suyos siempre dominaron, y los diferencia de las representaciones dominantes en épocas anteriores a base de presentarlos como verdades eternas.
Karl Marx
La manipulación de la subjetividad a nivel político, o la reproducción a-critica de ciertas ideas han tornado nuevamente al punto de debate. Lejos del fin de las ideologías, éstas proliferan aunque suspendidas en otros medios. La uniformidad de los sistemas comunicativos como las redes sociales, actualmente fungen también como un catalizador en tiempo real de las creencias que intentan imponerse por medio de la reducción del discurso, es decir, apelando a la retórica y no al argumento. El imperio de la imagen, memes y videos, así como el texto sesgado y tendencioso que se enarbola en las nuevas tecnologías, ha hecho posible que grupos o pequeñas sectas tengan un canal de salida para visualizar, en algunos casos, su interés particular, junto a su racismo, clasismo, conservadurismo, etc. El tonto del pueblo, como dijera Umberto Eco, hoy en día se asume como el portador de la verdad.
Sin embargo, debemos aclarar que el problema en sí no corresponde a la lucha por derechos políticos, al contrario, la lucha y resistencia civil ha sido y es un motivo necesario que se tiene para enfrentar una situación injusta. El problema subyace con aquellos que, convencidos de sus creencias con fundamento de fe, le otorgan a su postura una certeza total, lo que cancela todo diálogo y como consecuencia, limita lo que podemos denominar: el vivir-juntos.
El ejercicio de crítica, por lo tanto, debe ser primordial en cualquier condición política. Aunque esto sólo se consigue una vez que se logra cuestionar con sensatez el trasfondo de lo que se defiende, sea lo que sea, venga de donde venga. Es imposible omitir, así entendido, que siempre mediamos diferencias sobre lo que pensamos o creemos, lo que en última instancia enriquece un debate o tesis. Pero las diferencias, aunque poco nos guste, también pueden orillar al colapso entre partes; en este caso la salida que se podría implementar cuando ello sucede sería la de un disenso razonado[1]. Pero esto no siempre se da. De hecho, consideramos más oportuno que se presente el polo opuesto, en cuyo caso una creencia tiende volverse dogmática o doctrinal. Y cuando esto sucede, es cuando más comenzamos a comprender que estamos frente a una ideología. Y si un movimiento civil se funda en una ideología, significa, en lo general, que arropa deseos particulares que tienen la pretensión de imponerse al costo que sea, en lo que por supuesto no está incluido el bien de la totalidad. Son posturas excluyentes.
Lo anterior nos lleva a concebir que el problema de la ideología o las luchas ideológicas contemporáneas está vivo y a la vista. Lo cual incluso ha sido objeto de cuidadosos análisis por todo lo que denotan o revelan en la proyección simbólica de la realidad. ¿Qué es lo que se considera pueda ser válido o que tenga un valor ético superior a todo lo demás (lo otro)? ¿Qué supuestas razones fundamentan un estilo de vida, una forma de actuar, una forma de ser?
Así pues, a más de sesenta años de que algunos liberales dictaminaran en Europa el fin de las ideologías, éstas, como se dijo, no sólo nunca han desaparecido sino que se han revitalizado. Acá está la relevancia del tema a tratar. Un tema que nos lleva por caminos sombríos y de pugnas políticas constantes. Pero entonces, cabe hacer las siguientes preguntas: ¿qué es la ideología? ¿En qué terrenos se mueve? ¿Cómo distinguirla? Para posibilitar una salida pertinente que no trata de agotar el tema, en lo que sigue buscaremos aportar una ruta muy breve en lo que ha sido la construcción del concepto de ideología desde un aspecto analítico, lo cual parte por la acuñación del concepto, hasta la conceptuación que le otorga Marx, y por último, revisaremos brevemente tres perspectivas filosóficas expuestas por connotados intelectuales mexicanos: Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro y Carlos Pereyra.
Ideología: su origen y sus usos.
Situarnos en un contexto histórico es sustancial a fin de evaluar el origen de las ideas. No precisamente para historiarlas, sino para comprender que no hay una sola ellas que no esté enmarcada en un momento o una situación. Tal es el caso de la ideología. Este término fue ocupado, como se sabe, por primera vez por Destutt de Tracy, en el año 1796. Lo que nos coloca directo en el Siglo de las Luces: un siglo marcado por la euforia de la razón y la revolución.
Así pues, en medio de una gran producción intelectual, el filósofo De Tracy bautizó con la palabra ideología a una ciencia cuyo objeto de estudio serían las ideas. Lo que se perfiló hacia un proyecto loable aunque ambicioso, que dio por resultado tres o cuatro grandes tomos de teoría (Elementos de Ideología), mismos que al final, y pese a que ganó adeptos durante algún tiempo (incluso hubo un grupo denominado: Los ideólogos), su obra sería silenciada, en medio de un caos político, por Napoleón Bonaparte, quien la persiguió por espuria y naturalmente por favorecer los intereses del grupo republicano.
Años después, ya entrado el siglo XIX, Karl Marx y Engels, jóvenes aún, vuelven al concepto de ideología, es decir, lo retoman aunque para añadirle otra carga conceptual. Y es así que, con aquella breve pero potente obra conocida ampliamente como La Ideología alemana, subyace con claridad la primer propuesta teórica que relaciona la ideología a un terreno bastante específico, a saber: el de la sociedad capitalista y burguesa.
Se puede especificar entonces que, debido a la transformación social derivada del despunte de un modelo económico capitalista que hasta hoy sigue vigente, el concepto de ideología sería pronto implementado como una herramienta táctica con la cual se está en posibilidad de develar, críticamente, las características estructurales (económico-políticas) que le dan cuerpo a la “ideología burguesa-capitalista”, la cual concibió Marx, como una “falsa conciencia” que tiene por objetivo encubrir o mitificar la realidad siempre a favor de las clases dominantes (el epifenómeno), lo que se logra debido a múltiples factores que se encuentran relacionados a los intereses que sin duda son estimulados a partir de un poder hegemónico, tanto político como económico.
Sin embargo, es también con Marx que el concepto de ideología dimensiona su primer momento problemático; ya que, aunque devela claves de su significado, no especifica con el rigor necesario la base teórica que permite comprender la función social de la ideología. Es por esta razón que Eugenio Trías afirma que en la obra de Marx sólo hallamos la introducción de un término (siguiendo a Althusser), mas no el análisis teórico del concepto. Es decir, no hay una teoría propiamente dicha de la ideología en Marx.
Estamos, en efecto, ante un debate sumamente amplio en el cual se defiende la tesis de que no hay una teoría en Marx, en contra de los que afirman que sí la hay. Ahora bien, si tomamos como guía lo primero, se está en condiciones de señalar que en la obra de Marx el concepto de ideología no es uno, sino que arroja al menos dos significados principales: falsa conciencia y condicionamiento social. La ideología se formaliza, pues, en el terreno de la conciencia y en las formas objetivas del comportamiento humano que se encuentran en íntima relación a sus prácticas materiales. Desde este punto de vista, subyace el inconveniente semántico del uso del concepto, ya que, tanto falsa conciencia como condicionamiento social, hacen referencia a fenómenos distintos.
No es ninguna casualidad, si lo vemos así, que tras la contribución hecha por Marx y Engels al concepto de ideología, y también considerando su ambigüedad, otros estudiosos, lectores o analistas de su obra, ya entrado el siglo XX, trataran de completar lo que consideraron, se había dejado en el tintero: una teoría de la ideología.
Hacia una teoría de la ideología.
Durante buena parte del siglo XX, algunos de los mejores filósofos sociales se sumaron a la tarea titánica de releer la obra de Marx. Esto, tanto el terreno específico que postula una crítica severa al capital, como sistema económico y proceso estructural que supone una lógica de explotación, pero también en el terreno de las creencias (o el aparato subjetivo) que lo sustentan y lo vuelven funcional: ideas o símbolos que solidifican digamos, el proceso mismo de dicho sistema. En todo esto, la materialidad política es aquí ineludible. Lo cual entendió muy bien Lenin, quien al volver a Marx y rescatar de nuevo el concepto de ideología para estructurar la praxis revolucionaria, logra concederle a la ideología una connotación de resistencia, aunque con más ambigüedad que la hecha por Marx, ya que relativiza su significado al doble.
En efecto, si con Marx la ideología configuró un significado (en principio) de falsa conciencia, con Lenin esto se complica, ya que introduce como antagónico de la ideología burguesa, la ideología proletaria. Mariflor Aguilar, al hacer el estudio de este tránsito semántico y conceptual explica lo siguiente: “(…) Lenin le cambia su significado previo contradiciendo la idea marxista de que la ideología equivale a una concepción tergiversada de la realidad. La ideología proletaria (o ideología revolucionaria) implica, en cambio, una concepción recta de la realidad (…)”[2]
Entonces, ¿hay una ideología verdadera? Quizá ésta es una de las tantas preguntas que ciertamente genera la propuesta de Lenin, ya que una vez que se distancia de Marx en el terreno epistémico del significado de ideología, desvanece el límite entre la representación simbólica del mundo burgués y la del mundo proletario. Con Lenin entonces, intentar discernir sobre la verdad o falsedad de la ideología, se vuelve un asunto sumamente confuso.
Por este motivo se considera que Lenin inaugura otra problemática, que se inserta en un camino trillado que a lo largo del siglo XX forzó a tratar de construir una sólida teoría de la ideología para impedir más equívocos. Lo cual se constata con la abundante bibliografía que se generó desde mediados del siglo pasado sobre este tema tan crucial. Las opiniones, comentarios, o análisis críticos de la ideología que se comienzan a desplegar, despertaron sin duda gran interés entre filósofos y científicos sociales. Esto no significa, en efecto, que toda lo que se haya escrito o se escribe sobre la ideología valga por igual. Advertir del uso indiscriminado de la ideología se torna forzoso para que no se tergiverse aún más el sentido del concepto. Como suele suceder.
Por tal razón, debemos decir que hay criterios teóricos y por ende epistémicos que permiten colocar particular atención en las obras que mayor esfuerzo y seriedad le han agregado al problema de la ideología. A este respecto, Gabriel Vargas Lozano es de la opinión que, de entre todo el caudal de interpretaciones, contamos con algunas que sobresalen en cuanto al tratamiento epistemológico de la ideología:
(…) subsisten una serie de dificultades que surgen de las diversas concepciones epistemológicas que sirven de base a teorías como: la marxista (en donde encontramos al menos seis o siete vías de interpretación del fenómeno de la ideológico), la leninista: la gramsciana; las propuestas por Adam Schaff; Althusser; Iztvan Meszaros; Sánchez Vázquez o Gorran therborn. [3]
Por supuesto, hay que decir que a esta lista se le pueden agregar más nombres, ya que no podemos omitir la lectura y análisis que se aportó desde la disciplina sociológica, concretamente de Max Weber y la teoría del conocimiento de Karl Manheim. Lo cual hace que el abanico sea un poco más amplio, aunque como sabemos, ciertas teorías de la ideología son más reconocidas que otras en virtud de su originalidad y peso teórico, como la que construyó Althusser, quien preocupado (entre otras cosas) por diferenciar ideología y ciencia, abre al tiempo otras interrogantes fundamentales. Es por esto que la ideología no puede ser un concepto coloquial o vago cuando se trata de argumentar, dada su profunda carga semántica que hace de él un dispositivo teórico de gran utilidad para esclarecer elementos coyunturales e intersubjetivos, propios de la estructura económico-política de la contemporaneidad.
El retorno a Marx
Toda teoría de la ideología trata de un modo u otro de retomar a Marx, así sea sólo para invertir, como hiciera Lenin, su noción de ideología. Por lo mismo, quienes al día de hoy son referentes en la materia, tienen como base a Marx. La ideología por tanto es un concepto que sin duda le debe su carta de ciudadanía teórica al filósofo de Tréveris, y aunque éste no haya logrado avanzar más en el problema, sí coloco las bases en el camino de la investigación filosófica y política.
Una pregunta al respecto bien puede ser pertinente ahora. ¿Cómo distinguir una ideología? La lectura de Althusser sin duda es obligada cuando se aborda el problema de la ideología, ya que traza con gran acierto la distinción entre ideologías e ideología hegemónica. Por lo que, a partir de aquí, arguye el filósofo que existen tantas ideologías como prácticas materiales, pero subsumidas por una ideología que se impone: la de la clase en el poder. Otro elemento que es menester señalar, es el del cientificismo inmerso en la obra del francés. La razón es que, cuando Althusser trata de demarcar ciencia e ideología, concluye en efecto, tras un profuso estudio, que lo único que no está contaminado por la ideología es la ciencia.
En un principio, la conclusión althusseriana fue inevitablemente bien recibida con la comunidad epistémica pertinente, porque su trabajo parecía salvaguardar a la ciencia (y al materialismo científico) de todo contaminante ideológico. Sin embargo, las objeciones no esperaron mucho en arribar. Así que, preguntas como las siguientes volvieron a colocar el dedo en la llaga de la teoría althusseriana: ¿Acaso se puede aseverar que la ciencia es la única que maneja enunciados objetivos? O bien, ¿es incuestionable que la ciencia sea por completo ajena ante toda ideología?
Este problema, entre otros naturalmente, fue objeto de agudo análisis por parte de tres connotados filósofos mexicanos: Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro y Carlos Pereyra. Quienes desde tradiciones filosóficas diferentes, someten a una dura crítica la obra de Althusser y proponen, cada uno por su cuenta, una lectura de la ideología que hoy día conservan un horizonte pertinente y riguroso en cuanto a su comprensión y análisis filosófico. Que por cierto, llegó incluso a confrontar paradójicamente a Luis Villoro y a Sánchez Vázquez en un debate de gran alcance dada su relevancia, mismo que protagonizaron ambos entre los años 80 y 90 en nuestro país.
La tarea de esclarecer el concepto de ideología, como se dijo, también es retomada por Carlos Pereyra, uno de los más importantes estudiosos de los fenómenos políticos contemporáneos, ello gracias a que retorna al debate de ciencia e ideología en lo que respecta a los aparatos ideológicos del Estado. La tarea de Pereyra sin duda alguna ha sido un aporte nodal en el tratamiento teórico, ya que, gracias a que desmonta el concepto, permite asumir una categoría socio-epistémica de la ideología que la hace necesaria revisar. Esto orilla al siguiente cuestionamiento: ¿Cuál es en suma, la propuesta que nos puede colocar en un camino pertinente del concepto de ideología?
La propuesta de los filósofos mexicanos.
Con Adolfo Sánchez Vázquez, cabe advertir, el tema de la ideología no se queda estacionado en la concepción epistémica que se reduce a dos instancias: verdad o falsedad, sino que va un poco más lejos, ya que incluye el “interés” que incumbe a cualquier postura ideológica que ocupa y se materializa en el discurso de cierto grupo en particular; por tanto, para el filósofo marxista, la ideología se puede resumir en lo siguiente:
La ideología es: a) un conjunto de ideas acerca del mundo y la sociedad que: b) responde a interés, aspiraciones o ideales de una clase social en un contexto social dado y que: c) guía y justifica un comportamiento práctico de los hombres acorde con sus intereses, aspiraciones o ideales.[4]
La definición de Sánchez Vázquez, si bien no se detiene en la noción de verdad o falsedad, podemos decir que las contiene, al parecer, gracias a que hace del concepto de ideología un concepto amplio pero con límites. No se puede afirmar, empero, que todo cuanto es sentido o querido sea una ideología. Para Sánchez Vázquez, en efecto, no cualquier creencia puede ser objeto de un cuestionamiento ideológico, aunque sí tenga que pasar por un escrutinio riguroso siempre acorde a los motivos o intereses que llevan a cabo determinados grupos una vez que se convencen con euforia ciega lo que piensan.
En el caso de Villoro, la propuesta es contraria, pero no al grado de cancelar la anterior. Para Villoro es necesario reconsiderar el factor ideológico de las creencias. Pero siempre y cuando ellas tengan algunas características imprescindibles que permitan concluir dicho calificativo. Por lo mismo, si Sánchez Vázquez maneja un concepto amplio (o sociológico), Villoro opta por un concepto restringido (o noseológico). En este caso, lo que propone Villoro es detonar una revisión rigurosa del concepto que permita en última instancia que éste mantenga tanto una función explicativa como una función heurística. Para tal ejercicio intelectual, y gracias a un análisis pulcro del objeto de estudio, Villoro concluye una posible definición de ideología:
Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas si y solo si: 1) no están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de enunciados que las expresan no se funda en razones objetivamente suficientes, 2) cumplen la función social de promover el poder político de ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en que se expresan esas creencias favorece el logro o la conservación del poder de ese grupo.[5]
Según apreciamos, la definición de ideología que nos presenta Luis Villoro, tiene por fin concretar una crítica a las creencias que están insuficientemente justificadas, pero también, y esto es lo importante, poder visualizar que sirven a los intereses de un grupo para solidificar el poder en una espacio político determinado. Lo anterior significa que aunque encontremos creencias indebidamente justificadas, no pueden ser tachadas de ideológicas sino reúnen la segunda condición. La pertinencia de esta definición hace posible que haya un distanciamiento del tosco cientificismo como le llamó Villoro a la propuesta de Althusser, porque permite que los enunciados objetivos no se reduzcan únicamente a los que provee la ciencia, ya que, en efecto, hay otros que por supuesto se pueden colocar a discusión (racional y objetivamente), de los cuales pone como ejemplo los ofrecidos por la Ética, la Estética, y naturalmente, englobando, los de la Filosofía; mismos que en la opinión de Villoro no se pueden tachar de ideológicos per se. Naturalmente, la importancia que le confiere Villoro a la filosofía es nodal para esclarecer una ideología.
De cualquier modo, el debate no concluye aquí. De hecho, Villoro después de hacer una revisión a su propuesta y también gracias a la confrontación que tuviera con Adolfo Sánchez Vázquez, admite que su concepto es insuficiente en ciertos casos, de ahí que asiente que lo que se requiere para mantener un dispositivo teórico fuerte es una interrelación, o bien, una definición interdisciplinaria del concepto ideología, que integre tanto la base epistémica como la sociológica, según se requiera.
Muy próximo a Villoro, se halla la lectura de Carlos Pereyra, quien también se encargó de distinguir el concepto de ideología promovido en la obra marxista, en relación a su función epistémica y su función sociológica. Dos sentidos pero relacionados dan como resultado un concepto que llama el filósofo: socioepistémico[6]. En efecto, también Carlos Pereyra se percató de que la escisión que se da entre el postulado epistémico de ideología y el sociológico, impide que en casos muy concretos se pueda hacer un uso correcto del concepto. Lo que resulta en muchas ocasiones en un relativismo peligroso.
Como vemos, el concepto de ideología es ampliamente problemático debido a su equivocidad. Lo intentos por esclarecer su significado han originado importantes trabajos que nos dejan pistas para su tratamiento. A nuestro modo de ver, pienso que los aportes de nuestros filósofos mexicanos se deben reconsiderar, porque su esfuerzo de esclarecer el término suma a la bibliografía, ya de por sí amplia, de resultados valiosos que por ejemplo, en el caso de Villoro, el concepto restringido de ideología que maneja, permite con mucha claridad colocar la crítica en el centro de los enunciados que se tratan de examinar, a fin de hallar el nudo, o bien, la insuficiencia de las razones objetivas que pareciera los soportan. Siendo así, y si tal examen se cumple a cabalidad, investigar acto seguido la concordancia en cuanto a los “fines” o las “intenciones” del grupo o grupos que lo defienden. Es aquí donde está la clave del problema.
En resumidas cuentas, podemos concluir que no se puede hacer del concepto de ideología, a un nivel de crítica sería, una palabra indiscriminada para toda ocasión, si no se conoce primero su operatividad teórica. En segundo lugar, la ideología al ser revelada como tal, no puede ser confrontada desde otra ideología, más bien se tienen que aportar siempre razones suficientes que permitan, en lo posible, una diálogo razonable que no cierre las opciones ni las discrepancias (es decir que no sea incontrovertible).
Así pues, esto es una opción que en última instancia permite también un punto de cruce (de encuentro). La crítica radical, como la que lleva a cabo la filosofía en todos los ámbitos, debe tener por soporte siempre y en todo momento el argumento y no la euforia dogmática. Y quizá esto sea lo que haga falta, en medio de un gran caos de constantes confrontaciones que tratan de imponer, sin más, lo que se cree es mejor o más valioso, o se asume como la directriz de la vida política sin importar, a veces, el derecho de los otros.
[1] Disenso: disentir, discrepar. De ahí también deriva disidente. Digamos pues, que por disenso se entiende la posibilidad de decir “no” ante cualquier acto injusto, o excluyente. Disenso razonado, entonces, significa la posibilidad de negar, siendo la negación un “medio” que tiende en última instancia a un acuerdo, pero siempre fundado en razones controvertibles.
[2] Mariflor Aguilar R., Teoría de la ideología, ed. UNAM, México, 1984, p. 29
[3] Gabriel Vargas Lozano, “La relación entre la filosofía e ideología (Consideraciones sobre la polémica entre Adolfo Sánchez Vázquez y Luis Villoro,)” en Signos, Anuario de Humanidades, Año VIII, UAM-I, 1994, México, p. 139.
[4] Adolfo Sánchez Vázquez, Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología, ed. Océano, México, 1983, p. 145.
[5] Luis Villoro, El concepto de ideología, y otros ensayos, ed. FCE. México, 1985, pp. 28, 29.
[6] Cfr. Carlos Pereyra, Filosofía, historia y política, ed. FCE y UNAM, México, 2010, p. 85.
Bibliografía
Aguilar, R. Mariflor, Teoría de la ideología, ed. UNAM, México, 1984
Marx, Karl, La ideología alemana, ed. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1974
Pereyra, Carlos, Filosofía, historia y política, ed. FCE y UNAM, México, 2010
Sánchez Vázquez, Adolfo, Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología, ed. Océano, México, 1983
Vargas Lozano, Gabriel, "La relación entre filosofía e ideología (Consideraciones sobre la polémica entre Adolfo Sánchez Vázquez y Luis Villoro)" en Signos, Anuario de Humanidades, Año VIII, UAM-I, 1994, México
Villoro, Luis, El concepto de ideología, y otros ensayos, ed. FCE. México, 1985
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