Alejandro Olvera
“Lo que me da miedo es que desaparezcas, lo que realmente me asusta es vivir en un mundo sin ti, ahora mismo no sabría cómo estar si no estuvieras”. Lo anterior, visto en un discurso amoroso puede expresar un sentimiento verdadero, claro, de una forma bastante cursi, pero algo que por demás sería frecuente en las emociones de cualquier persona que se siente enamorada. Supongamos la historia de un ser humano con poderes sobrenaturales que se enfrenta a la encrucijada de conservar dichos poderes, dependiendo si elige la muerte de la mujer que ama, o de perderlos y sobreponerse en el caso de que decida que ella continúe con vida, esto sería algo que puede conmover en el transcurso de un relato de amor, nos resultarían comprensibles y normales las emociones del personaje en cuestión. El romance está en el aire. Aún en nuestros días sigue vigente en el ánimo de la gente a pesar de la mayor volatilidad de las relaciones amorosas que fluyen y se diluyen con relativa facilidad. Entendemos que el amor es un sentimiento con amplios alcances y matices. En lo emocional podemos distinguir que hay una amplia gama de formas de sentir y de percibir el amor hacía las personas, o por los animales, por las circunstancias, por los momentos de vida, incluso por los objetos que nos resultan entrañables o que se asocian con sentimientos y recuerdos amorosos en el corto o en el largo plazo.
Las historias que conocemos o que vivimos pueden contener parte de realidad y parte de ficción, incluso hasta de exageración, pues, a final de cuentas, estos relatos son la manera corta de explicar y de explicarnos a nosotros mismos aquellas cosas que acontecen en general, que de cierta forma cuentan en nuestros pensamientos y nos provocan algún tipo de sentimientos. La influencia preponderante de la noción de amor romántico radica en que cumple con una función social ideal, el ideal del amor romántico es una costumbre arraigada en la cultura occidental. El vínculo amoroso entre dos seres humanos contemporáneos posee una fuerte carga de idealización de la vida en general, en particular de la vida compartida entre aquellos que se aman. Pero este vínculo no surge y se establece de la nada, parte de un principio de atracción que, en el caso del amor romántico, es una atracción que requiere de un proceso espontaneo, especial cargado de expectativas. En este proceso el cortejo y la seducción forman parte del protocolo del amor romántico, basados en una atracción sexual sofisticada con elementos que demandan que alguien trate a otro alguien como si fuese una persona excepcional con quien se desea entablar una relación de contacto íntimo y duradero, incluso que va más allá del mero aspecto físico al que evidentemente se le agrega. La reciprocidad forma parte esencial del entramado, la necesidad de ser correspondido en ese deseo de cercanía física, o de coincidir y convivir experiencias significativas, es importante y podemos asegurar que en el ideal del amor romántico es fundamental.
El enamoramiento es la consecuencia de un protocolo inconsciente con diversas etapas que conforman la base de las emociones y sentimientos de singularidad en la relación entre dos personas que pueden ser del mismo o de distinto sexo. Sin embargo, una de las características del amor romántico encierra la expectativa de que ese vínculo amoroso conlleva una exigencia de exclusividad como característica propia del romanticismo. En el amor romántico asumimos que la comunión de sentimientos recíprocos ha superado la barrera de la selectividad de aquellos sentimientos por encima de ese mismo tipo de amor hacía otras personas. Lo anterior no omite posibles complicaciones donde las sociedades contemporáneas conservan vigentes, y a la vez en constante cambio, determinadas costumbres y valoraciones que condicionan las relaciones amorosas. Los amantes, la infidelidad, las relaciones extramaritales, los triángulos amorosos y otras circunstancias que se suscitan en las relaciones personales también han formado parte y siguen influyendo en las manifestaciones del amor romántico. Lo sepamos o no, en el ideal del amor romántico reproducimos un conjunto de ideas que son ficticias, que se han construido a través de años de relatos, de historias con elementos reales arreglados exprofeso para que nos conduzcan a la idealización de la perdurabilidad de la emoción amorosa. Si bien es verdad que las tendencias de la vida social nos dan pistas de un deterioro en la calidad y permanencia de los ideales amorosos, también es cierto que el amor romántico se sigue amoldando en el imaginario colectivo a pesar de sus continuos cambios. Además, el ideal del amor romántico tiene un elemento cultural donde recientemente se ha cuestionado la entrega total al ser amado y que, precisamente ese ser sea lo principal en la existencia del enamorado, lo cual desvela un fuerte componente posesivo que favorece inequitativamente a las sociedades machistas.
A pesar de que el amor romántico es sólo una versión del potencial del amor en sentido amplio, desconocemos cuando declinara su presencia en el ánimo de la sociedad contemporánea. El amor romántico mantiene vigente su encanto subliminal, incluso a pesar de su extremo en la cursilería, ya que no sólo es explotado comercial y artísticamente, sino que también perdura su influencia integrada en las estructuras y expectativas de vida de un gran número de personas.
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